Sermón: No hay otro nombre
“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.”Hechos 4:12
Introducción:
Vivimos en un mundo lleno de opciones, ideologías, religiones y caminos que prometen paz, éxito o salvación. Pero el apóstol Pedro, lleno del Espíritu Santo, proclamó con firmeza ante el concilio judío una verdad absoluta que resuena hasta hoy: solo en Jesucristo hay salvación.
Hechos 4:12 no es una simple declaración religiosa, sino un grito de poder espiritual que rompe toda confusión humana. En medio de una sociedad que busca esperanza en todo menos en Dios, este versículo nos recuerda que solo Jesús salva, sana y transforma.
Hoy meditaremos en tres verdades que emergen de este poderoso texto:
- La exclusividad de la salvación en Cristo.
 - La autoridad del nombre de Jesús.
 - La urgencia de proclamar ese nombre.
 - La exclusividad de la salvación en Cristo
 
Pedro no dijo que Jesús es uno de los caminos*, sino el único camino.
El contexto de Hechos 4 es impactante: Pedro y Juan habían sanado a un cojo en el nombre de Jesús, y los líderes religiosos, molestos, los interrogan. Ante el poder de Dios manifestado, Pedro responde: “Y en ningún otro hay salvación.”
Esto significa que ninguna religión, obra o filosofía puede reconciliar al ser humano con Dios. Solo la cruz de Cristo tiene el poder de borrar el pecado y abrir el camino al Padre.
Jesús mismo lo afirmó en Juan 14:6:
> “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.”
En tiempos donde muchos predican un evangelio diluido, Hechos 4:12 nos llama a mantenernos firmes: Cristo no comparte su gloria con nadie. No hay otro nombre que redima, no hay otra sangre que limpie, no hay otro sacrificio suficiente.
- La autoridad del nombre de Jesús
 
El nombre de Jesús no es una palabra mágica; es la manifestación de Su poder, autoridad y presencia.
Cuando Pedro dijo que aquel hombre fue sanado en el nombre de Jesús, lo que realmente estaba declarando era: “Este milagro proviene del poder del Cristo resucitado.”
El nombre de Jesús tiene autoridad sobre la enfermedad, sobre los demonios, sobre el pecado y sobre la muerte.
Filipenses 2:9-10 dice:
> “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla…”
Cuando oramos, predicamos o actuamos en Su nombre, el cielo se mueve y el infierno tiembla.
Por eso, el enemigo intenta desacreditar o silenciar ese nombre, porque sabe que solo en Jesús hay poder para salvar, liberar y restaurar.
Hoy más que nunca, la Iglesia debe levantarse con valentía y proclamar con convicción:
“En el nombre de Jesús hay poder para transformar vidas.”
- La urgencia de proclamar ese nombre
 
Si solo en Jesús hay salvación, entonces el mensaje de la Iglesia es urgente. No se trata de religiosidad, sino de vida o muerte espiritual.
Hechos 4:12 no solo nos da una verdad teológica, sino una misión evangelística: llevar el nombre de Jesús hasta lo último de la tierra.
Millones de personas aún viven sin conocer al Salvador. Buscan en la ciencia, la política o la espiritualidad moderna lo que solo Cristo puede dar: perdón, paz y propósito eterno.
Nosotros, los redimidos, somos llamados a ser testigos de ese nombre, tal como Pedro y Juan lo fueron, aun cuando enfrentaron oposición y amenazas.
> “No podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.” (Hechos 4:20)
El silencio de los creyentes es el triunfo de las tinieblas. Por eso, debemos hablar, publicar, predicar y compartir: Jesús es el único Salvador del mundo.
Conclusión:
Hechos 4:12 nos recuerda una verdad que el mundo moderno intenta relativizar, pero que sigue siendo inmutable: no hay otro nombre, ni en el cielo ni en la tierra, en quien podamos ser salvos, sino en el nombre de Jesús.
Ese nombre que sana al enfermo, restaura al caído y libera al oprimido.
Ese nombre que fue despreciado por los hombres, pero exaltado por Dios.
Ese nombre que un día toda lengua confesará y toda rodilla se doblará ante Él.
Hoy, Iglesia, es tiempo de volver a predicar a Cristo con poder.
No a la religión, sino al Redentor.
No a las tradiciones, sino a la verdad del Evangelio.
No a la autosuficiencia, sino a la gracia de Aquel que dio su vida por amor.
Solo Jesús salva. Solo Jesús transforma. Solo Jesús reina.
> “Y en ningún otro hay salvación.”
¡Que esta sea la bandera que levantemos hasta Su regreso!