Texto base: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación. Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.” — Santiago 1:17-18
Introducción:
Santiago nos recuerda que Dios es la fuente de todo bien. En un mundo donde las cosas cambian constantemente, donde la maldad y la duda pueden confundirnos, este pasaje nos lleva a mirar hacia arriba, hacia el Padre de las luces, que no cambia y que siempre actúa movido por amor.
1. Dios es la fuente inmutable de todo bien.
No hay bondad verdadera fuera de Dios. Todo lo que realmente edifica, sana y transforma viene de Él. Mientras el hombre ofrece cosas pasajeras, Dios ofrece dones perfectos que no se corrompen. Su carácter no cambia con el tiempo ni con nuestras circunstancias: Él sigue siendo fiel, justo y misericordioso.
2. Su voluntad es nuestra nueva vida.
El versículo 18 declara que fue por su voluntad que nos hizo nacer de nuevo. No fue por casualidad ni por mérito humano, sino por el deseo amoroso del Padre. Este nuevo nacimiento se produce “por la palabra de verdad”, el Evangelio, que transforma el corazón y nos hace parte de la familia de Dios.
3. Somos primicias de su creación.
Santiago usa la imagen de las “primicias”, los primeros frutos consagrados a Dios. Así también nosotros somos llamados a reflejar su luz, su bondad y su carácter ante el mundo. Nuestra vida debe mostrar el fruto del nuevo nacimiento: obediencia, gratitud y amor.
Conclusión:
Todo lo que tenemos y somos proviene del Padre de las luces. Él nos ha hecho nuevos para que vivamos como testimonio de su gracia. Que cada día recordemos que nuestra vida es un regalo divino y que nuestro propósito es reflejar al Dador de todo bien.
